
Desalinización en Chile: ¿Solución o amenaza para el medio ambiente marino?
Doctor Humberto Díaz, académico de la Escuela de Biología Marina de la Universidad de Valparaíso, durante el conversatorio organizado por El Mercurio de Valparaíso y Aguas Pacífico, advirtió sobre los riesgos y desafíos de la desalinización, pero destaca avances en mitigación de impactos.
En un contexto del creciente estrés hídrico y búsqueda de soluciones sostenibles, la desalinización emerge como una alternativa para garantizar el suministro de agua en Chile. Sin embargo, su implementación conlleva desafíos ambientales que deben ser abordados de manera responsable. Así lo planteó el biólogo marino Humberto Díaz, durante su charla magistral en el conversatorio “Desalinización Multipropósito: Desafíos y Oportunidades”, organizado por El Mercurio de Valparaíso y Aguas Pacífico, en el Valparaíso Sporting Club de Viña del Mar.
El doctor Díaz, académico de la Escuela de Biología Marina de la Universidad de Valparaíso, cuenta con una vasta experiencia en el estudio de los impactos ambientales de la desalinización, participando en más de treinta proyectos de plantas desaladoras y de hidrógeno verde a nivel nacional.
“La desalinización, proceso para extraer sales del agua de mar o salobre, es una tecnología con larga historia en Chile”, explicó el académico. “Todos piensan que la desalinización propiamente tal nació hace quince, veinte años o menos, o incluso, algunos creen que nació aquí en la región con el proyecto de Aguas Pacífico. Sin embargo, esta es una tecnología bastante antigua. La primera planta desalinizadora del mundo se hizo en Chile, en 1872, en un sector del norte que se llama Las Salinas”, señaló.
En el país existen aproximadamente veinticuatro plantas desalinizadoras distribuidas en siete regiones, siendo la región de Antofagasta la que concentra la mayor cantidad de ellas. Para ilustrar la magnitud de las plantas desalinizadoras, el profesor Humberto Díaz comparó la planta desaladora Jebel Ali en Dubái, que produce veinticinco mil litros por segundo, con la más grande de Chile, perteneciente a Minera Escondida (planta EWS), que no alcanza los cuatro mil litros por segundo: “Solamente esa planta es equivalente a todas las plantas desalinizadoras en Chile y las de los próximos diez años”, advirtió el académico, destacando la diferencia en escala.
“Esta tecnología está absolutamente probada en el mundo, por lo que es muy importante tener en consideración esos aspectos”, sostuvo.
Continuando con su exposición, el investigador añadió que el hidrógeno verde obtenido mediante la hidrólisis del agua (H₂O) para generar hidrógeno y oxígeno, está ganando relevancia en Chile. A diferencia del hidrógeno azul, gris o negro, el hidrógeno verde se produce utilizando energías renovables no convencionales. Un aspecto clave es su relación con las plantas desalinizadoras, ya que las plantas de hidrógeno verde frecuentemente utilizan agua de mar. Además, proyectos de “eFUELS” o gasolina ecológica combinan hidrógeno verde con dióxido de carbono (CO₂) atmosférico para producir metanol y, posteriormente, gasolinas.
“Aunque las plantas de hidrógeno verde consumen menos agua que las desalinizadoras, su demanda no es despreciable, oscilando entre 200 litros por segundo o más”. El profesor Humberto Díaz destacó la rápida expansión de los proyectos de hidrógeno verde en Chile, pasando de tres proyectos hace cinco años a setenta actualmente, en distintas etapas de desarrollo.
“El desafío radica en garantizar que el diseño de las plantas desalinizadoras minimice su impacto en la biodiversidad marina”, destacó, subrayando además la importancia de considerar factores como la captación de agua, la retención de microorganismos, el consumo energético y el impacto del ruido submarino, entre otros aspectos.
Tal como explicó el doctor Díaz, la productividad primaria del planeta, clave para la vida, se concentra en las zonas costeras, áreas sensibles que a su juicio deben ser protegidas. Durante la construcción de las plantas desalinizadoras, la resuspensión de sedimentos y el ruido submarino pueden afectar a los organismos marinos, aunque según recalcó el profesor, existen tecnologías para mitigar estos efectos.
Durante su exposición, el académico también destacó el proceso de ósmosis inversa, tecnología predominante desde 1950, que mediante presión y membranas semipermeables separa el agua de la salmuera: “El sistema de desalinización es tan efectivo que luego hay que agregarle sales para poder potabilizar el agua. Y luego, como estoy eliminando las sales y generando una salmuera, esta última la debo descargar. Las personas que están menos relacionadas con el tema de desalinización se centran siempre en el impacto de la descarga. Y la verdad es que, con la experiencia que tengo a esta altura, creo que es el impacto más resuelto que tienen las plantas desalinizadoras en la actualidad. No tengo ninguna duda de eso”, enfatizó.
Equivalencia energética
Asimismo, aseveró el doctor Díaz, el consumo energético de las plantas desalinizadoras, especialmente las “verdes”, es otro punto clave. Para obtener un metro cúbico de agua desalinizada, se necesita entre tres y tres punto cinco kilowatt hora de energía.
Para entender mejor esta cantidad, entregó un ejemplo comparativo: “El agua desalinizada que una familia de cuatro personas usaría sería equivale al consumo de energía al usar una lavadora durante treinta y ocho minutos o una plancha durante una hora. Así podemos visualizar el gasto energético de la desalinización en términos de actividades diarias comunes”.
Mitigación del impacto en la captación
Para minimizar el impacto ambiental en la captación de agua de mar, las plantas desalinizadoras deben seguir estrictas regulaciones, añadió el profesor.
“La velocidad de captación, limitada a 0,15 metros por segundo según la autoridad ambiental, la autoridad marítima y la Subsecretaría de Pesca, asegura que los organismos marinos mayores puedan entrar y salir sin ser succionados. Además, la ubicación de las captaciones a profundidades superiores a veinte metros, por debajo de la termoclina (la barrera térmica natural en el mar), reduce significativamente la captación de fitoplancton y zooplancton, que tienden a concentrarse en las capas superiores del agua. Estas medidas, respaldadas por estudios de biología y oceanografía, garantizan que el diseño de ingeniería de las captaciones minimice el impacto en los organismos marinos”, explicó.
Por otro lado, el profesor Díaz explicó que la retención, o “impingement”, que se refiere a la captura de peces en la captación de agua, es un problema que está “relativamente resuelto”. Mencionó que se ha estudiado la velocidad de captación, y que con un diseño adecuado y una velocidad menor a 0,15 metros por segundo, los peces pueden entrar y salir de la captación sin ser succionados. Además, señaló que el efecto de retención se calcula en aproximadamente 1,81 kilos de peces por día, lo cual “es comparable a lo que come un pelícano diariamente”.
De acuerdo a lo explicado por el biólogo marino, el arrastre, o “entrainment”, se refiere a la succión de huevos y larvas de especies marinas y propágulos de algas, así como del zooplancton, en las captaciones. Aunque se puede evitar la entrada de peces, es más difícil prevenir la succión de organismos microscópicos. Para evaluar el impacto, se utiliza el concepto de “pérdida de adultos equivalentes”, que estima cuántas larvas y huevos succionados se habrían convertido en organismos adultos. El profesor Díaz indicó que “se ha probado, por ejemplo, en casi todos los proyectos en Chile, que ese impacto es muy bajo”. Para mitigar este problema, se han implementado tecnologías como las cortinas de burbujas, por parte de empresas como LowO2, que además de reducir el ruido subacuático, pueden disminuir la entrada de vida microscópica y otros contaminantes.
Descargas de salmuera
Además, el especialista desmitificó la idea de que las descargas de salmuera son áreas sin vida, y exhibiendo un video, señaló que “ahí están los peces nadando al lado de una descarga de salmuera". Explicó que el diseño de la descarga es relevante, y que los organismos marinos pueden tolerar aumentos en la salinidad de hasta un cinco por ciento sobre la salinidad basal. “Lo que estamos viendo ahí es que la mayoría de los organismos —estamos hablando de gasterópodos o caracoles, crustáceos, etcétera— resisten sobre cuatro PSU (Unidades Prácticas de Salinidad, es decir gramos por kilogramos), y viven perfectamente”.
Humberto Díaz señaló que la salinidad en Quintero oscila entre treinta y tres y treinta y cuatro gramos por kilogramo o PSU, un dato relevante para entender el impacto ambiental. En esa línea explicó que, según la legislación chilena, el impacto ambiental se define como una alteración significativa del medio ambiente. Por lo tanto, aunque la comunidad local pueda percibir impactos de la desalinización, estos se pueden consideran manejados o mitigados, y por ende, no significativos. Díaz enfatizó que lo importante es determinar qué constituye un “efecto significativo”.
Apuntó asimismo que la salmuera, al ser más densa, se desplaza hacia el fondo y que el área afectada por el aumento de salinidad es bastante acotada, generalmente no más de uno a cuatro metros desde la descarga.
Impacto acústico
En cuanto al impacto acústico, el doctor Díaz subrayó la importancia de mitigar el ruido submarino generado durante la construcción de las plantas desalinizadoras, especialmente en operaciones como las tronaduras. “Esto tiene que ser muy bien estudiado porque el ruido submarino es muy constante. No tiende a absorberse rápidamente la columna de agua”. Sin embargo, afirmó que con la tecnología adecuada, es posible reducir el ruido a niveles inferiores a los producidos por algunos mamíferos marinos.
También planteó que la resuspensión de sedimentos, otro impacto de la construcción, puede ser modelada para predecir su dispersión y tomar medidas preventivas. Asimismo, aseguró que la descarga de productos químicos distintos a la salmuera es “prácticamente inexistente”, ya que los químicos utilizados en el tratamiento del agua se procesan dentro de la planta, y aquellos que se descargan deben cumplir con la normativa vigente (Decreto 90).
Estudios de impacto ambiental
El biólogo marino concluyó destacando la complejidad creciente de los estudios de impacto ambiental, los planes de monitoreo y la aceptación social de estos proyectos. Citando una publicación de Iván Sola de la Universidad de Playa Ancha, indicó que “en Chile, es bien curioso, lo que son los requerimientos de estudio ambiental y los planes de monitoreo estamos al nivel de Estados Unidos, es decir, cada vez más difíciles de llevar a cabo”. Sin embargo, advirtió que la aceptación social en Chile se encuentra a niveles de países como Perú, lo que genera una “conjugación difícil”. Según Díaz, esta falta de aceptación inicial a estos proyectos puede generar resistencia a la construcción de plantas, hasta que se demuestran los efectos reales de su funcionamiento.
En la fotografía, el doctor Humberto Díaz.
Nota: Pamela Simonetti