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Cirugías que cambian la vida

04 Junio 2012

Pacientes con deformaciones maxilofaciales y problemas en la mordida, encuentran la solución en el equipo liderado por el doctor Edwin Valencia. Los costos de la cirugía son notablemente inferiores a los del mercado.

Como parte de su labor académica, los profesores de la Facultad de Odontología de la Universidad de Valparaíso trabajan en tres clínicas odontológicas abiertas a la comunidad. Allí no sólo entregan formación a los estudiantes de pre y postgrado, sino que realizan una tarea de alto valor social, atendiendo a los pacientes que no tienen recursos para acudir a los centros privados o del sistema de salud. En la Clínica C, en particular, se realiza un trabajo de excepción: el equipo liderado por el cirujano maxilofacial Edwin Valencia, trata a pacientes que padecen de alteraciones del tamaño, la forma o la posición de los maxilares, lo que altera la estética facial y la capacidad de morder o masticar.

Explica el doctor Valencia que la atención consiste, fundamentalmente, “en corregir alteraciones de desarrollo de pacientes jóvenes, normalmente de entre doce y veinte años; hemos atendido a algunos adultos, incluso a adultos mayores, pero lo normal son patologías de esa edad. Son pacientes que tienen alteraciones de masticación, alteraciones de la articulación temporomandibular, alteraciones musculares, de fonación y deglución. O sea, el sistema les funciona mal. Y cuando la estética está fuertemente comprometida, hay alteraciones psicológicas importantes, personalidades muy retraídas, que lo más lindo de esto es que florecen cuando uno los opera”.

El tratamiento, en definitiva, cambia la vida de la gente: “De hecho —dice el doctor Valencia— es lo que más nos agradecen los pacientes. Es además un tratamiento muy gratificante para el equipo, que es un equipo ya consolidado hace muchos años. Es una cirugía de alta especialización, pero que bien vale mucho la pena”.

Desde 1975

El trabajo de los cirujanos de la Facultad de Odontología partió en la ex sede Valparaíso de la Universidad de Chile, en 1975. “Tomamos algunos casos, con apoyo del doctor Mario Salcedo, de Santiago, que nos invitó al hospital San Juan de Dios a aprender las técnicas, que eran bastante primarias”, recuerda Edwin Valencia. Luego, se desarrollaron al alero de la Facultad, trabajando en conjunto con el Hospital Naval.

Tras haber partido atendiendo a dos pacientes al año, en 2011 el equipo operó a 40 pacientes, que es el promedio anual actual de la Clínica C. Los pacientes se someten a tratamientos que duran por años, con ortodoncia por un mínimo de dos años. “Por lo menos, los pacientes están con nosotros por tres a cuatro años”, indica Valencia.

El equipo actual que trabaja en la Clínica C está integrado por Edwin Valencia, cirujano maxilofacial, director de Postgrado en Cirugía Oral y Maxilofacial y del Programa de Cirugía Ortognática; Joaquín Jaramillo, cirujano maxilofacial, Programa de Cirugía Ortognática; Gastón Corona, ortodoncista, Programa Cirugía Ortognática; Marcos Nasi, cirujano maxilofacial, Programa Cirugía Ortognática; Max Hernández, jefe de la cátedra de Cirugía Maxilofacial; Guillermo Rojas, médico internista, y Normal Marfull, kinesiólogo.

Los pacientes

Para explicar qué pacientes son los que requieren la atención de su equipo, el doctor Edwin Valencia señala: “Si Felipe II de España nos hubiera conocido a nosotros, él habría sido un paciente. En general, es la gente que tiene la pera grande”.

Explica que “la oclusión dentaria tiene base en los huesos; en el desarrollo, esos huesos tienen períodos de mayor crecimiento o de detención, y crecen asincrónicamente, y puede quedar un maxilar chico con una mandíbula grande, un maxilar grande con una mandíbula chica, o una mandíbula chueca porque creció más hacia un lado que al otro. La mayor parte de nuestros pacientes son prognatas, o sea, con mandíbulas muy grandes, o son asimétricos. Esa es la casuística principal”.

Añade que por lo general esa condición corresponde a una carga genética importante, pero en rigor es una alteración del desarrollo. “Los pacientes presentan el problema desde los cuatro o seis años, y a los diez o doce años hacen el boom y es necesario empezar tratamiento. El tratamiento en la mayor parte de los casos puede hacerse cuando el crecimiento termina; en otros casos, cuando falta crecimiento, se hace tratamiento antes, para estimular el crecimiento. Las patologías tienen distintas sincronías”.

Destaca el académico un aspecto importante: “Estos problemas se desarrollan fundamentalmente entre los doce y catorce años, que es la edad de la pubertad, la edad del mayor bullying. Entonces, el paciente necesita apoyo psicológico para pasar esta etapa del bullying y poder soportar esto, porque va a ser tratado más adelante. Y hay pacientes que hemos tenido que tratar antes de lo indicado, porque el trastorno psicológico es tan grande que hay que operarlo, hay que corregir, sabiendo que después habrá que operar de nuevo. Aquí en Chile la caricatura es muy importante. Hay pacientes que están caricaturizados con esto: el Coné de Condorito, que tiene un déficit de mentón y tiene una mordida abierta… Y la gente asocia eso a un déficit intelectual. Por ello, los pacientes se operan y les cambia la personalidad un cien por ciento”.

Hay otro tipo de pacientes: los que pueden requerir atención a consecuencia de un trauma. “Si un paciente tiene una fractura que consolida mal, y queda con alternación de forma, nosotros lo corregimos. Si se consolida, se trata como malformación”, explica el doctor Valencia.

No confundir con cirugía plástica

Los tratamientos maxilofaciales son un tema netamente odontológico, porque funcionan alrededor de la oclusión. En este sentido, es necesario no confundir con la cirugía plástica. “De hecho —dice el doctor Valencia—, hay cirujanos plásticos que nos derivan pacientes. Y los cambios faciales que producimos nosotros son realmente espectaculares; arreglamos la oclusión, pero el subproducto de la estética es muy importante. Se cambia la vida de las personas”.

Por lo anterior, agrega, “es un campo que da mucha satisfacción, además que es una cirugía muy programada. Los pacientes tienen un período muy largo de preparación, a veces seis, siete años. Empieza el ortodoncista a atenderlo cuando se presenta la alteración, y se viene a operar cuando tiene como 18 años. Entonces, son pacientes que les conocemos la familia, les conocemos las vidas. Me ha tocado por ejemplo operar a padre y a hijo”.

Toda la reparación que sea necesaria en un paciente se hace en una sola operación. “A veces operamos maxila, mandíbula y mentón, que son cuatro cirugías en el fondo, pero en un tiempo operatorio. Son cirugías de dos horas y media a cuatro horas. En tiempos internacionales, duran de seis a ocho horas, pero nosotros nunca hemos llegado a tanto tiempo”.

Equipo afiatado

El odontólogo Max Hernández destaca el fiato que tiene el grupo de profesionales: “Es un equipo tiene un tiempo importante de trabajo en conjunto; otros equipos no demoran el mismo tiempo. Nuestros cirujanos son capaces de hacer lo que hay que hacer en el tiempo reducido gracias a que saben exactamente lo que el otro está pensando y cuál es el paso siguiente. Esa situación no es extrapolable a todos los servicios”, señala.

Los pacientes atendidos en la Clínica C, derivados de centros regionales y nacionales, sólo deben hacerse cargo de los gastos operativos de la cirugía, ya que los honorarios profesionales no existen, por cuando el trabajo de los odontólogos forma parte de su tarea académica. Hernández también se refiere a este aspecto: “Este es un equipo muy comprometido con sus pacientes, porque saben que hacen una labor que a las personas les cambia la vida. Así, el trabajo se hace en condiciones universitarias, en que la remuneración que se recibe a cambio es nada, porque es parte de ser profesor de la Universidad. En algunos de los casos, por ejemplo, el doctor Joaquín Jaramillo ha hecho platos únicos, organizado rifas y un montón de cosas para poder darle cobertura a los pacientes que necesitan operarse, porque igual tienen que desembolsar una cantidad de dinero, que no es la del ambiente privado, pero es una cantidad de dinero importante para cualquier persona. Creo que ese compromiso hace que las cosas funcionen bien, y además es una acción social importante”.

El costo operativo de la cirugía es de un millón 800 mil a dos millones de pesos, que en el ámbito privado subiría a más del doble por el solo hecho de considerar los honorarios profesionales.