
Gallina: la obra que explora el dolor, la memoria y la fragilidad humana llega a la Sala Negra UV
1992: Claudia, una niña de doce años de edad, junto a Julio, su padre, descubren en televisión la historia de Corina Lemunao, la Mujer Gallina, una joven que ha sido confinada a vivir toda su vida en un gallinero. Esta experiencia conecta directamente con sus vidas, ambos sensibles a la crueldad del mundo y al sentido de la vida.
Comienza entonces un camino de preguntas y silencios que les impulsa a cuestionar su existencia, el dolor y el mundo que les rodea. El padre llevará estas preguntas hasta las últimas consecuencias.
Esa es la trama de “Gallina”, obra de la compañía Un Segundo Teatro que se presenta este viernes 6 y sábado 7 de junio, a las 19:00 horas, en la Sala Negra UV, ubicada en avenida Brasil 1647, Valparaíso. Las entradas están disponibles en @escuelateatrouv.
Espacio de sanación
“Gallina” es el primer unipersonal de Claudia Ramírez, a cargo de la dramaturgia y actuación. Es un trabajo que combina teatro de docuficción, autobiografía y catarsis, para explorar en temas como la salud mental, el existencialismo, la diferencia y la muerte.
“Nace como un espacio de sanación y testimonio. Necesitaba hablar del dolor, de la muerte de mi padre, de mi propia historia familiar vinculada a la salud mental. También del caso de Corina Lemunao, que me marcó desde que era niña. Sentí que estas historias dialogaban en ese espacio de vulnerabilidad y silencio, que muchas veces rodea al sufrimiento humano”, explica.
En cuanto a la escritura de la obra, cuenta que “implicó revisitar momentos, recordar desde la carne y la herida, ordenar recuerdos y encontrar una dramaturgia posible que sostuviera algo tan íntimo. Me enfrenté también al miedo de la exposición, a preguntarme si estaba siendo demasiado cruda o demasiado frágil. Pero entendí que el teatro autobiográfico necesita justamente de esa entrega: verdad, cuerpo y emoción”.
“Salí de mi zona de confort. En ‘Gallina’ todo es distinto. La diferencia más evidente es estar sola en escena. También hay una responsabilidad emocional mayor, ya que estoy interpretando a una versión de mí misma. El mayor desafío ha sido sostener esa entrega manteniendo la conexión con el público, sin protegerme en un personaje”, agrega.
Felipe Cabezas, encargado del diseño lumínico, explica que “la iluminación en la obra funciona como una segunda piel. Buscamos una tonalidad cálida, melancólica, con luces que sugieren, más que muestran. La luz no está al servicio de la escena, sino de la herida. No buscamos iluminar, sino revelar lo invisible: el dolor, el vacío, la infancia que se desvanece. Las tonalidades emergen desde el cuerpo de Claudia como una extensión de su memoria. Es una iluminación emocional, fragmentaria”.
Mientras que Beatriz Ortiz, encargada del diseño sonoro y telonera musical de la obra, señala que “la sonoridad de la obra transita entre la intimidad y la crudeza, generando una tensión constante entre el silencio y el abismo. Nos guiamos por el pulso interno de la protagonista, por sus silencios, por sus quiebres. Trabajamos con sonidos que parecen emerger desde el interior, como pensamientos que resuenan en eco, recuerdos que se deforman con el paso del tiempo”.
Nota: Rodrigo Catalán