Gonzalo Ramírez: “En el día a día en Latam uso hartas cosas que aprendí en la Universidad de Valparaíso”
Si le preguntan a Gonzalo Ramírez, ingeniero comercial egresado de la Universidad de Valparaíso y actual gerente de Aeropuertos para Norteamérica y el Caribe en Latam, con oficina en Miami, qué mensaje daría a quienes actualmente estudian en la UV, no duda: “Que aprovechen a los profesores, porque esa cercanía con los profesores no todas las universidades la tienen. A mí nunca un profesor me dijo que no me podía atender o no me abrió las puertas de su oficina para explicarme algo en lo que quedé con dudas en la clase. Eso nunca me pasó”.
El mensaje del profesional continúa: “Pese a que hoy el mundo laboral está complejo, todo depende uno, hay que seguir buscando las oportunidades, porque cuando se cierra una puerta se abre otra. Y hay que ir tomando las decisiones correctas en el momento en que se presentan. Hay gente que cuando ve cómo me ha ido dice ‘qué suerte, qué suerte dónde está’, y si bien yo creo que la suerte sí existe y soy una persona que ha tenido suerte, no lo niego, hay una frase que me gusta y que dice que ‘el éxito es donde se cruzan la suerte con la preparación’. Hay que estar listo para tomar la decisión correcta cuando se presenta una oportunidad. Estoy seguro de que a todo el mundo se le presentan oportunidades, solo que en el momento que surgen algunos dicen que no, porque no es lo que esperan y no miran más allá, a lo que pueden provocar en el futuro tomando esa oportunidad, que son nuevas oportunidades, nuevas puertas que se abren, que empieza a crecer la red de contactos que uno tiene y vas creando como tu propia marca. Ese es mi consejo y también que trabajen en lo que les gusta, que no estudien algo que no les gusta, porque después lo van a padecer en el día a día”.
Beca deportiva
Nacido y criado en Los Andes, Gonzalo Ramírez ingresó a la UV a través de una beca deportiva. “Primero me ofrecieron una beca deportiva para jugar vóleibol en el Instituto Chacabuco de Los Andes, donde hice toda mi enseñanza media. Fue una muy buena vitrina, porque salen harto a jugar afuera y yo era bueno, creo, y así pude conseguir el cupo deportivo para entrar a la Universidad de Valparaíso, a la que representé durante toda mi carrera. Me ofrecían beca de Santiago, de la Usach, en la UNAB en Viña y en la PUCV, pero elegí la Universidad de Valparaíso, porque mis dos hermanos mayores también son ingenieros comerciales titulados en la UV. Tuvimos hasta los mismos profesores, pese a que tengo veinte años de diferencia de edad con mi hermano mayor y quince con el otro. A ellos también les ha ido muy bien en lo profesional, entonces era muy recomendable esta universidad y por eso la terminé eligiendo”, relata.
Explica que “entré a la universidad a los 17 años y no sé si la palabra es inmaduro, pero cuando uno tiene que elegir la carrera a esa edad no sabes muy bien para dónde va la micro. Mi idea siempre fue ser profesor de Educación Física, por mi vinculación con el deporte, pero tuve una charla con mis papás en que me dijeron que me apoyaban, pero que no creían que era la decisión acertada por distintas razones, y vimos que Ingeniería Comercial, sobre todo en la UV, es una carrera bien completa, que te da una visión bien global. Si bien es una ingeniería, yo tuve clases y fui ayudante del doctor Milan Marinovic, que hacía Ciencias Sociales de la Administración de Empresas, y ahí me fue gustando la carrera. Me empezó a gustar Contabilidad, Economía y Finanzas, esos eran los ramos que más me gustaban”.
Hubo que cambiar Los Andes por Viña del Mar, donde un tío tenía un departamento muy cerca de la Escuela de Ingeniería Comercial, y ahí se hospedó cuatro de los cinco años de carrera. “Lo único que me quedaba lejos era entrenar, porque tenía que ir a Playa Ancha, así que tomaba creo que era la micro 602. Y después me cambié a vivir a Quince Norte con un compañero de vóleibol que jugaba por la PUCV y otro compañero del colegio que estudiaba en la UTFSM”, recuerda.
“En el colegio siempre me dediqué al deporte, en algún momento viajé al extranjero representando a Chile incluso, y no me iba mal, pero nunca fui de promedio 6,5. Y cuando entré a la universidad me sorprendí porque en la primera prueba, que fue de Introducción a la Contabilidad, que me la hizo Néstor Pérez, una compañera que se llamaba Valentina Caicedo y yo tuvimos la mejor nota y ahí dije: ‘Sí puedo”. Entonces armamos un grupo de estudio muy bueno, con dos compañeras que eran de Los Andes, uno de Santiago y otra de Viña”, continúa.
El inglés
Tras titularse en 2015, tomó una decisión que lo marcaría en su trayectoria profesional: “Algo súper anecdótico es que los únicos ramos que pusieron en riesgo mi carrera eran Inglés I y II. Era malo para Inglés, no cachaba nada, estudiaba, me esforzaba, pero siempre estuve bloqueado con ese ramo desde el colegio. Entonces, cuando me titulé me fui a estudiar un año inglés a la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, y tenía puros compañeros chinos, indios, y la única forma de comunicarse era a través de esta lengua que todos íbamos a aprender. No tenía compañeros latinos, para eso me fui lejos, lo busqué. Y ahí se me fue dando el inglés. Trabajaba en la mañana, tuve hartos trabajos, lavé autos, trabajé en fábricas donde se construían cocinas, lijando, limpiando bodegas, etcétera, y ahí fui aprendiendo el idioma, entendiéndolo. Jugué vóleibol por Auckland también. Estuve un año allá, conocí a la que hoy es mi esposa, que es argentina, economista de la Universidad de Buenos Aires, con quien me fui cuatro meses a Australia a hacer work and holiday. Trabajé ahí en la construcción y ahorramos harto, para irnos a viajar tres meses por el sudeste asiático. Luego ella se volvió a Argentina y yo a Chile y empezamos la búsqueda laboral. Estaba muy complejo el mercado laboral en ese momento, pero tenía dos ofertas y entré en dos procesos: uno era para entrar directamente en Estados Unidos, como analista de Capacity e Itinerarios en Latam, y el otro como ejecutivo de banca pyme en Santander. Volví a Chile en abril del 2017 y en agosto ya estaba en Estados Unidos. Estuve un año solo en Estados Unidos y luego se vino mi esposa, nos casamos el 2019 y ya tenemos una hijita que va a cumplir dos años y medio”.
Ya en Miami, su primer puesto en Latam fue como analista de Capacity e Itinerario. “Ahí implementé un modelo internacional que ayudaba a la empresa a ser más eficiente. Yo calculaba las dotaciones, o sea, la cantidad de gente que necesitábamos en los diferentes aeropuertos que pertenecen a la región; construía los roles y los controlaba, controlaba el ‘overtime’ y veía todo lo que es control de costos en base a la planificación de personas de todos los aeropuertos, porque antes eso lo hacía cada aeropuerto”.
“Después llegó otro jefe y me preguntó qué hacía. Le mostré una lámina con mis funciones y él reconstruyó todo el equipo; de los cuatro analistas sólo quedé yo, y me dejó a cargo de Itinerario y Mejora Continua. En Itinerario tenía que ver que lo que proponía el área comercial de Santiago cumpliera con las reglas operacionales que tiene cada aeropuerto, más todos los proyectos de mejoramiento de cara al cliente, proyectos de ahorros, etcétera. Latam siempre está buscando formas de mejorar la experiencia del cliente transversalmente, entonces siempre se está tratando de automatizar procesos, que no necesariamente tienen que ver con un ahorro de personal, pero sí con un mejoramiento en la experiencia del cliente en los aeropuertos”, prosigue.
La pandemia
En 2020, llegó la pandemia. “Fue súper duro para mí, porque yo estoy con visa de trabajo y dependo de Latam para poder vivir en Estados Unidos. Cuando vino la pandemia empezó a salir gente, porque obviamente la empresa se tuvo que reestructurar de acuerdo con la necesidad que tenía en ese momento y cuidando la billetera. Es lo que cualquier persona habría hecho, todos lo hicimos hasta en nuestras propias casas. Entonces primero se partió con posiciones de línea, etcétera, y luego empezaron a salir todos los analistas. Pero en ese momento había una necesidad, porque los aviones de pasajeros empezaron a mover carga, así sobrevivió Latam. Entonces empezó a mover carga en los asientos de los pasajeros y en las bodegas, y faltaban COTs, coordinadores de operaciones terrestres, que son las personas que están debajo del avión, con calor, con lluvia, viendo que se sigan todos los procesos. Yo vi una posibilidad y dije: ‘O hago algo o me voy para la casa’. Entonces me capacité y estuve un par de meses haciendo vuelos en rampa; ahí abrí el mundo operacional y conocí el aeropuerto completo, porque sabía cómo era sobre el ala, pero no bajo el ala, no conocía las tareas ni cómo se ejecutaban”, narra.
Entonces llegó la gran oportunidad: “Luego, la persona que era station manager acá en el aeropuerto de Miami se acogió a un retiro voluntario, y como no había contrataciones, me dieron la oportunidad de asumir ese cargo como interino. Yo tenía 27, 28 años y Miami es uno de los aeropuertos intenacionales más importantes para Latam, por la cantidad de clientes de alto valor que se mueven por acá. De hecho, tenemos como un mini hub acá, con trece vuelos diarios. Gracias a Dios nos fue súper bien en la vuelta a la normalidad operacional, nos fue súper bien en todos los indicadores, cumplimos todas las metas, se empezó a hablar bien de Miami, nos llegaban felicitaciones. Me mantuve en eso hasta octubre del 2023, cuando mi jefe se fue al área de carga y desde Santiago me dieron la oportunidad de liderar la región completa. Yo ahora tengo a cargo once aeropuertos y estamos ad portas de abrir Montego Bay (Jamaica), que también va a depender de mí. Tengo todos los aeropuertos de Estados Unidos —Miami, Orlando, Atlanta, Los Ángeles, Boston y Nueva York— más Cancún, Ciudad de México, Punta Cana, San José (Costa Rica), Aruba y luego Montego Bay”.
Gonzalo Ramírez describe así sus funciones: “Estoy en el quinto piso del aeropuerto de Miami y soy bien operacional, así que bajo harto. El martes 16 de julio, por ejemplo, como fue feriado en Chile, tuve pocas reuniones y me fui a ver la operación. Viajo mucho, porque tengo que asistir a reuniones con las autoridades, con los proveedores, además de ir a ver al equipo en los distintos aeropuertos que responden a mí. Trabajo con los jefes en que tengo dividida la región: tengo una jefa solo para Miami, porque es muy grande; tengo un jefe para Nueva York, Boston y Atlanta; otro jefe que ve Orlando, Los Ángeles y Puna Cana; otro que tiene México, Cancún, San José, Aruba y le voy a agregar Montego Bay; y tengo dos jefes operacionales que ven las relaciones con los proveedores en el día a día y con las autoridades aeronáuticas, más una persona que me ayuda con todo el tema de facturas y control de gastos”.
Buenas relaciones
Consultado respecto a cómo valora su paso por la UV, reflexiona que “a mí me dejó, primero, la experiencia de tener buenas relaciones. Al estar en la casona (del pasaje La Paz, en Viña del Mar) solo la Escuela de Ingeniería Comercial, se tenía la oportunidad de conocer a los compañeros y a los profesores. Uno tenía cercanía con los profesores, podía hablar con ellos en los pasillos y eso daba fluidez y hacía sentir que no eran intocables, que podías ir y preguntar, lo que quizás no pasa en otros lados. Destaco la calidad de los profesores, yo en el día a día uso hartas cosas de lo que aprendí en la Universidad de Valparaíso. De hecho, cambios que he implementado han sido a partir de cosas que aprendí en la UV; por ejemplo, en Operaciones me sirvió mucho la teoría de la espina de pescado para implementar la teoría de filas y disminuir los tiempos de espera de los pasajeros en los distintos aeropuertos. También en el control de costos, poder ver un estado de resultados y entender qué está pasando y poder identificar los desvíos de una forma más rápida, todo eso me dejó la Universidad, y cuando miro a mi alrededor veo que a todos mis compañeros les ha ido bien. Tal vez algunos se alejaron de la carrera, pero a los que la han ejercido siento que a todos les ha ido bien. La carrera te da las herramientas para sobrevivir. Cada trabajo es distinto, yo hice la práctica en el banco y no tiene nada que ver con mi día a día hoy en el aeropuerto, son dos tareas totalmente distintas, pero a mí en el banco también me fue bien, cuando terminó la práctica me ofrecieron un remplazo inmediatamente, que no tomé porque mi papá me dijo que terminara la carrera. Y la guía de mis hermanos en mi crecimiento fue fundamental; ellos también son ingenieros comerciales de la UV y les ha ido bien”.
Nota: Juan Pablo Salas