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“Se requiere de una ciudadanía empoderada” para reformar la educación

07 May 2015

Afirmó Rolando Pinto, doctor en Educación, invitado por el Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la UV.

“Este modelo no se va a cambiar con buena voluntad y políticas de consenso: se requiere de una ciudadanía empoderada y una acción de resistencia democrática”, señaló Rolando Pinto, doctor en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, al referirse a la reforma educacional que se desarrolla en Chile. A su juicio, se requiere de un gran cambio, cuyo logro solo será realidad con la participación activa de la gente.

El profesor Pinto ha dedicado los últimos treinta años de su trabajo a la formación de profesionales de la educación, en pre y postgrado. Profesor de Filosofía, especializado en Sociología del Desarrollo, dio en la UV la clase magistral “El modelo de educación privada para la educación pública chilena: la antigua aspiración oligárquica conservadora en Chile”, con motivo de la inauguración del año académico del Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades.

Según destacó Javier Figueroa, director del Instituto de Historia y Sociales, la clase magistral tiene el objetivo de “hacernos reflexionar sobre los problemas de la contingencia, de la disciplina o de la profesión, por tanto podrá proponer, describir, analizar, cuestionar y sugerir caminos que permitan enfrentar los efectos que origina nuestra compleja realidad. Hemos venido reivindicando esta tarea, porque una universidad pública y estatal, como la nuestra, es el lugar que tiene el país para desarrollar el conocimiento y el saber, que le permita tener un rol orientador en la sociedad”.

Educación elitista

Rolando Pinto explicó el contenido de su exposición, indicando que “el tema central es entender qué es lo que planteaba para la educación pública la antigua oligarquía conservadora a mediados del siglo 19. Lo que ellos planteaban era una educación alternativa a lo que era la educación pública laica y gratuita, entendiendo fundamentalmente que la formación del ciudadano era una tarea de élite, y por lo tanto no era una educación popular, sino que una educación fundamentalmente orientada a virtudes y valores centrados en la familia y en la conservación del orden social de la sociedad”.

Esa concepción oligárquica “se mantuvo durante el tiempo, de alguna manera influyendo, ya sea con la existencia de la Universidad Católica, ya sea con la propia interferencia de la Iglesia, pero más propiamente a partir de la formación de cofradías vinculadas al pensamiento católico integrista, como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo. Ese modelo queda latente, y viene el Golpe de Estado. Los militares, dentro de lo que es su comportamiento natural, primero procuran desmantelar y eliminar todo vestigio del modelo desarrollista modernizante y democratizador que había sido colocado en boga con la reforma del año 1866. Y eliminan todo: eliminan las organizaciones sociales, el movimiento de los estudiantes, intervienen las universidades, acaban con la gratuidad de la educación. Y establecen que la obligación del Estado es entregar educación básica. Pero todo lo que correspondía a la educación media y a la educación superior, debería corresponder a un modelo de desarrollo de élite. En ese contexto, son los propios intelectuales del Opus Dei y de los Legionarios de Cristo quienes asumen la conducción y el diseño del modelo educativo de la dictadura. Y de esa manera, reviven el paradigma oligárquico, que se mantiene hasta ahora”.

La reforma

Respecto del rol que juega la Reforma Educacional en el cambio de este modelo, el doctor Rolando Pinto señaló: “Creo que el impulso discursivo del nuevo gobierno iba dentro de la línea de la ruptura. O sea, generar los elementos que pudieran volver a una educación pública como preocupación preferente del Estado. Sin embargo, los tres proyectos de ley que envía el gobierno —no al lucro, no al cofinanciamiento y no a la discriminación selectiva-, en el Congreso, por esta política de consensos que hemos heredado, se logra articular proyectos, pero que son muy limitados en relación a la propuesta discursiva del gobierno. Entonces, la única alternativa que nos queda, tanto a los académicos como al movimiento social democrático, es estar alerta a que sigamos avanzando en la línea originaria del discurso reformista que tenía el gobierno de la señora Bachelet”.

Al término de su clase magistral, como conclusión, Pinto indicó que la ciudadanía está llamada a manifestarse, “a tomarse la calle y ejercer una resistencia democrática, porque funciona cuando todos participan”, y destacó que los académicos tienen una deuda al respecto, porque no acompañaron a los estudiantes en sus movilizaciones de 2012, destacando que su participación en los cambios es esencial.

El ese sentido, el director Javier Figueroa destacó: “Nuestro Instituto quiere significar una esperanza, de volver a ser un lugar donde se piense, se debata, se sugiera y se cree, en beneficio de todos y no de individuos o de grupos. La Universidad debe valorar y defender su autonomía e independencia, para poder constituirse en expresión real que permita atender los problemas que vive nuestra sociedad. Instancias como éstas son propicias para volver a humanizarnos”.