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Profesor Agustín Squella asegura que Dios no existe

07 Julio 2011

“¿Cree usted en Dios? Yo no, pero…” se titula su última obra, que no ha estado exenta de polémica y debate público.

Como un testimonio, personal y subjetivo, que da cuenta de su paso por al menos cuatro estados acerca de la cuestión de la existencia de Dios, calificó Agustín Squella, profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, su último libro, “¿Cree usted en Dios? Yo no, pero…”, recientemente presentado en Santiago y que próximamente se lanzará en Valparaíso.

En la obra, se declara abiertamente ateo, explicando que actualmente “instalado no en la duda, sino en la negación de la existencia de Dios, no veo la falta de fe como un empobrecimiento, sino como expresión y precio de la lucidez”.

Asimismo, el profesor Squella explica en su libro que la pregunta ¿cree usted en Dios? no solamente admite dos respuestas —las clásicas sí o no—, sino que al menos abarca unas seis posturas diferentes y válidas, que es lo que quiere graficar el “pero…” del título del texto. Agrega que esta parte final del título está allí “no porque se pretenda debilitar el carácter negativo de la respuesta, sino para indicar al lector que siempre hay algo que agregar cuando alguien responde sí o no a la pregunta de la existencia de Dios”.

El libro está a la venta en la librería Metales Pesados, ubicada en calle Lautaro Rosas 344, cerro Alegre, Valparaíso.

A continuación, reproducimos la entrevista efectuada a Agustín Squella por Cristián Guerra, de editorial Lolita, a cargo de la edición de esta obra del académico de la Escuela de Derecho UV.

—Desde su perspectiva como no creyente y con el derecho de hacerse cargo de una idea tan importante como lo es Dios, ¿cree usted que en Chile —un país conservador y autodefinido como católico— los ateos se han atrevido a “salir del clóset” para hacerse cargo públicamente de esta gran idea llamada Dios?

—En Chile, y probablemente no sólo aquí, hay resistencia de parte de algunos ateos a reconocerse como tales, prefiriendo declararse agnósticos, un término este último que no suena tan políticamente incorrecto. No digo que no haya agnósticos que vivan sinceramente ese estado que, distinto del ateísmo, no niega la existencia de Dios y considera que se trata de un asunto que no se puede saber, pero también hay personas que no creen en Dios y que temen usar la palabra “ateo”. Se trata de un acto de insinceridad, sin duda, aunque provocado también por cierta incomprensión e incluso beligerancia que muestran algunos creyentes ante las personas que se declaran ateas.

—En ese sentido, y tomando en cuenta su experiencia atea frente a sus amigos creyentes, ¿cómo vislumbra la integración de los “no creyentes en Dios” en la sociedad chilena de los próximos años? ¿O seguirá prevaleciendo ese mandamiento que dice que sólo son buenas personas las que creen en Dios?

—Hace rato que las cosas empezaron a cambiar y, salvo los creyentes más duros, los “no creyentes en Dios” —y subrayo esto porque los ateos sólo no creemos en Dios, aunque creemos en muchas otras cosas— estamos perfectamente integrados, aunque a menudo se nos someta a la prueba de tener que dar explicaciones al respecto. El mayor abuso de parte de algunos creyentes, sin embargo, consiste en considerar que basta creer en Dios para ser una buena persona, o para tener más probabilidades de serlo, mientras que los ateos seríamos sospechosos de ser malas personas o de hallarnos más cerca de convertirnos en tales.

—Después de ponerle punto final a este libro, en ese café de Apoquindo, ¿ese punto final podría entenderse como el cierre de una etapa, o aún existirán, según pasen los años, nuevas inquietudes, preguntas o dudas frente a su estado actual de ateísmo?

—Yo he pasado por cuatro estados acerca de la cuestión de la existencia de Dios —fe, duda, agnosticismo y ateísmo—, y, atendida la edad que ya tengo, veo altamente improbable un nuevo estado o la vuelta a la fe que tuve alguna vez. Con todo, el tema seguirá interesándome siempre, según creo, porque algo pasa en ti cuando nueve de cada diez de los seres con quienes compartes la condición humana creen en algo que tú no puedes creer y que incluso te parece supersticioso creer.

—En la misma línea, ¿qué representa para usted, luego de los diversos estados frente a la existencia de Dios, el haber publicado un libro como “¿Cree usted en Dios? Yo no, pero…”?

—Representa una suerte de sinceramiento, y es por eso que digo que el libro es antes un testimonio que un ensayo.

—“¿Cree usted en Dios? Yo no, pero…” ¿es su propia manera de “salir del clóset”? O como bien lo dice usted, ¿es la forma metafórica de “mirar las cosas a la cara y no emplear la palabra ‘misterio’ para lo que es tan sólo nuestra ignorancia”?

—Yo salí del clóset hace rato. Hoy, y desde hace bastante tiempo, advierto que cuando crees en Dios hipotecas tu lucidez y dejas de mirar la realidad a la cara. Nadie se pone muy contento cuando lo descubre y asume, pero la verdad es que estamos completamente solos en el universo. Como decía Heidegger, somos seres arrojados al mundo y destinados a la muerte, o, mejor, destinados a morir, porque la muerte —a la manera de un estado en que puedas encontrarte luego de haber vivido— tampoco existe. De quienes murieron no debería decirse que están muertos, sino que murieron, o sea, que pasaron ya por el acto de morir.