
CINV inaugura ciclo de seminarios para pensar la ciencia con perspectiva de género
La doctora Vania Figueroa abrió la serie de conferencias con una presentación que abordó críticamente las consecuencias que tiene la omisión del sexo y género en el diseño, análisis y comunicación de la investigación científica.
Con la conferencia “Cerebros sesgados: cómo la falta de perspectiva de género compromete la integridad científica”, el Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso (CINV) inició su nuevo ciclo de seminarios 2025, orientado a reflexionar sobre los desafíos éticos, sociales y metodológicos que implica avanzar hacia una ciencia sin sesgos de género.
La exposición estuvo a cargo de la doctora Vania Figueroa Ipinza, bioquímica y doctora en Neurociencias por la Universidad de Valparaíso, actual directora del Centro para la Transversalización de Género en I+D+i+e de la Universidad Autónoma de Chile y coordinadora del proyecto InES Género. En su presentación, abordó críticamente las consecuencias de omitir la dimensión de sexo y género en el diseño, análisis y comunicación de la investigación científica. Vania Figueroa ha sido reconocida como una de las Cien Mujeres Líderes por El Mercurio y Mujeres Empresarias, y como una de las 50 Genias del Año 2024 por el Centro de Estudios del Desarrollo.
“Quiero que se queden con el mensaje de que incorporar la dimensión de género en la investigación es un componente esencial de la integridad y la ética científica. La calidad del conocimiento que generamos, así como su impacto social, dependen directamente de considerar esta perspectiva desde el diseño del estudio, su desarrollo y hasta la publicación de los resultados”, sostuvo la investigadora.
Durante su conferencia, la doctora Figueroa advirtió que los sesgos de género en la ciencia no solo perpetúan desigualdades históricas, sino que también comprometen seriamente la validez, la reproducibilidad y la aplicabilidad del conocimiento científico.
Entre otros ejemplos, mencionó el caso de los medicamentos cardiovasculares aprobados en Estados Unidos sin haber sido suficientemente probados en mujeres, lo que se estima contribuyó a la muerte de más de ocho mil mujeres en una década. También citó el uso extendido de aspirina como medida preventiva para enfermedades cardíacas en mujeres, pese a la falta de evidencia científica sólida que respalde su eficacia en este grupo.
Por otro lado, destacó un estudio chileno que analizó más de nueve mil 500 proyectos Fondecyt entre 2005 y 2015 y reveló que solo el 0,2 por ciento abordaba temas relacionados con mujeres o género. En el área de Educación, ninguno de los 305 proyectos financiados en ese periodo incluyó esta dimensión, a pesar de tratarse de investigaciones financiadas con fondos públicos.
“Una ciencia sin perspectiva de género es una ciencia incompleta. No solo deja fuera preguntas relevantes para mujeres y otros grupos históricamente excluidos, sino que también desperdicia oportunidades de descubrimiento, de generar tratamientos más precisos y modelos experimentales más representativos”, advirtió.
La doctora Figueroa explicó que la creencia en la objetividad neutra de la ciencia ha invisibilizado cómo las decisiones metodológicas —como estudiar mayoritariamente animales machos en neurociencia— han tenido consecuencias concretas. En este sentido, complementó que en la investigación en neurociencias, los modelos animales machos se han utilizado hasta seis veces más que las hembras, bajo la creencia errónea de que el ciclo hormonal de las hembras introduce demasiada variabilidad. Sin embargo, los estudios demuestran que las hembras no presentan más variaciones que los machos durante las pruebas, y que los niveles de testosterona en aquellos también pueden variar ampliamente. Las hormonas, por tanto, no serían un “problema exclusivo” de las hembras.
Entre las desventajas de ignorar estas variables, la investigadora mencionó la falta de conocimiento sobre procesos patológicos en mujeres, la imposibilidad de generar tratamientos diferenciados y la pérdida de oportunidades para entender fenómenos específicos como enfermedades neurodegenerativas o efectos secundarios de fármacos en mujeres, por ejemplo.
Por el contrario, subrayó que una mejor representación de sexo y género en la investigación permite desarrollar descubrimientos más sólidos, tratamientos más efectivos, mayor reproducibilidad y, en definitiva, una ciencia más justa, ética y de mayor impacto.
Consultada por los cambios necesarios para avanzar en esta transformación, la bioquímica fue clara: “Necesitamos políticas que aumenten la participación de mujeres, generar entornos seguros e igualitarios, y transformar cómo producimos conocimiento. Son tres ámbitos que deben avanzar en conjunto si queremos cambios reales en el corto plazo”.
En esa línea, valoró que en Chile se ha avanzado en normativas e instrumentos como la Ley 21.369 y la red de proyectos InES Género, de los que la Universidad de Valparaíso forma parte. No obstante, advirtió que los desafíos persisten: “Estamos en un desarrollo incipiente. La ONU ha señalado que podrían pasar más de 120 años para cerrar la brecha de género a nivel global. Por eso, aunque tenemos avances, aún queda mucho por hacer”.
Añadió que “estos instrumentos han sido valiosos, pero su duración es corta. Las universidades deben comprometerse a sostener estos cambios en el tiempo”.
La conferencia inaugural contó con la asistencia de estudiantes de postgrado, investigadores e investigadoras, así como académicos y académicas de las Facultades de Ciencias, Farmacia, Odontología y Medicina de la UV.
Nota: Pamela Simonetti