Skip to main content

"Necesitamos un nuevo contrato social que reconcilie economía, progreso social y democracia”

15 Junio 2020

Aseveró el académico UV Diego del Barrio en conferencia sobre “Economía para el Desarrollo Humano”

El director de la Escuela de Administración Pública de la Universidad de Valparaíso e investigador asociado del Anillo “Bienestar y desigualdad en Chile después de la independencia, c.1810-2020" , Diego del Barrio, destacó que la economía debe poner el foco en lograr la felicidad de las personas, lo cual supone diseñar políticas públicas que apunten a ese fin y tomar en cuenta nuevos indicadores que permitan medir no “solo las utilidades monetarias, sino también las utilidades sociales”.

A su juicio, “para lograr un ‘país feliz’ en el siglo XXI necesitamos un nuevo contrato social que reconcilie economía, progreso social y democracia, como lo hizo en el siglo pasado el contrato liberal socialdemócrata de la postguerra. Hoy necesitamos un nuevo contrato social liberal progresista que, por un lado, fomente una economía vibrante y, por otro, fortalezca un Estado social más justo”.

El académico planteó esta reflexión en el marco de la “Conferencia Virtual: Economía para el Desarrollo Humano”, al que fue invitado por el Instituto de Ciencias de la Complejidad Social. En esta actividad también participaron el profesor de la UV Jonathan Rodríguez y Alejandro Chacón, de la U. de Chile.

Diego del Barrio explicó que “hemos estado persuadidos, en general, por la creencia de que más riqueza, más renta y más bienes implican una realidad social con unas condiciones de vida mejores, mayor bienestar y, en definitiva, mayor felicidad. Las personas que gozan de niveles de renta elevados pueden tener acceso a bienes y servicios que no están al alcance de todos y la vida en condiciones de pobreza extrema puede ser muy difíciles de sobrellevar”.

Sin embargo, en opinión del docente, “en la praxis, el neoliberalismo no ha logrado otorgar a millones de personas condiciones de vida mínimamente dignas ni ha contribuido a hacer sustentable el planeta, pese a considerarse un modelo económico exitoso en el mundo entero, según lo demuestra la contabilidad tradicional y los parámetros económicos: el beneficio financiero de las empresas y el producto interno bruto para los países. Sin embargo, tales parámetros miden solamente las utilidades monetarias, no las utilidades sociales; no se mide el mayor bien social perseguido por todos los seres humanos, la felicidad, la cual puede medirse a través de indicadores ad-hoc”. Un ejemplo de nuevos indicadores es el "Happy Planet Index" desarrollado por New Economics Foundation (NEF).

El director de Administración Pública indicó que es necesario estudiar la felicidad y sus determinantes desde una perspectiva más amplia. “Tenemos que ser conscientes de la relevancia que ha de tener la felicidad como objetivo de política económica. Esta mirada implica reconocer al individuo como un ser social inmerso en una red de relaciones y no como un ser solitario. Las preguntas de difícil respuesta que resumen nuestro propósito son: ¿qué es lo que contribuye al bienestar?, ¿cómo medir dicho bienestar?, ¿qué medidas de política económica contribuirían a mejorar el bienestar y la mayor felicidad de todos?”, reflexionó.

Propuestas

En ese sentido, el papel del Estado es importante en una economía que apunta a la felicidad de sus ciudadanos. “Keynes considera que la buena vida debe tener el material necesario y las condiciones institucionales necesarias para el florecimiento humano. De ahí que la tarea de la economía política como ciencia moral es abastecer estas condiciones materiales como condiciones previas necesarias para la vida buena y feliz”, explicó Del Barrio.

Entre las medidas que diversos economistas han planteado para mejorar la calidad de vida de las personas -agregó el académico- se cuentan la reducción de la jornada laboral, crear indicadores de progreso más allá del PIB (e incluso crecer menos, pero con mejor calidad), estimular inversiones en países en vías de desarrollo, frenar los movimientos especulativos de capital a corto plazo, que las instituciones económicas mundiales (OMC, FMI, Banco Mundial) tengan representantes elegidos por ciudadanos y vigilar que contribuyan al desarrollo de naciones pobres y a la sostenibilidad, e invertir en una educación integral, entre otras.