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Exrector Agustín Squella escribe sobre universidades estatales

18 May 2017

Académico publicó columna en página web de Teletrece.

Esta es la columna escrita por el exrector Agustín Squella, publicada este jueves en la página web de Teletrece.

¿Serán reforzadas las universidades del Estado?

Excusarán los lectores que escriba esta vez en primera persona singular, pero tratándose de las universidades estatales no puedo hacerlo de otra manera. Fui rector de una de ellas —a de Valparaíso—, desde 1990 a 1998, y al poco tiempo de estar en ese cargo, junto a los rectores de las demás instituciones del mismo tipo, pedimos que el Estado dispensara una atención preferente a sus universidades, que en ese momento sumaban 16. Hoy son 18 —18 de las 60 que hay en el país—, y los actuales rectores de esos planteles están pidiendo lo mismo. Lo mismo después de más de un cuarto de siglo de desatención por ellas, y eso solo si se cuenta desde 1990 en adelante, puesto que antes, desde 1973 hasta 1990, no podía esperarse nada de un gobierno militar que las intervino con rectores delegados y que las postergó a favor de las instituciones privadas de educación superior. Aclaro, sin embargo, que cuando se pide un trato preferente del Estado por sus universidades, lo que se reclama es eso, un trato preferente, no exclusivo ni excluyente de la atención que el Estado de Chile debe prestar a todo el sistema universitario y, más ampliamente, a nuestro sistema de educación superior que, como se sabe, incluye también centros de formación técnica e institutos profesionales, todos de carácter privado. Hace no más de 3 días moderé en Valparaíso un foro sobre la actual situación de las universidades estatales, con presencia de dos rectores, de un académico, de un representante de los funcionarios y del Presidente de la FECH. Resultado: yo estoy ahora más viejo de lo que lo era en 1990, pero las cosas siguen más o menos igual en lo que concierne al abandono estatal de sus universidades.

La mejor anécdota acerca de la total indiferencia del Estado por sus universidades, incluyendo al Congreso Nacional y a todos los gobiernos desde 1990 en adelante, la tuve con un senador socialista. Luego de escuchar sin mucha atención mi discurso a favor de las universidades estatales, ese senador, muy suelto de cuerpo —tan suelto de cuerpo como los socialistas han solido estar en el último tiempo—, me preguntó “¿y por qué el Estado debe tener universidades?”. Uno podría entender que eso lo hubiera preguntado un senador UDI, o RN, partidos que abominan del Estado, que desprecian a las universidades de este y que consideran que la educación superior es un bien de consumo que tiene que proveerlo el mercado (así lo declaró en su momento el entonces Presidente Piñera), pero no. Se trató de un senador socialista, y lo que yo me pregunté es qué diablos estaba él haciendo en ese partido. Así de vulnerable se ha mostrado nuestra clase política —a derecha, centro e izquierda— al discurso neoliberal dominante de nuestros días. Un neoliberalismo que en presencia ahora de un proyecto que busca reforzar a las universidades estatales ha puesto el grito en el cielo y proclamado que lo que viene es la estatización de la educación superior, olvidando decir, o quizás ignorando, que el sistema de educación chileno está privatizado en altísima medida. Todos los institutos profesionales y centros de formación técnica, que suman más de 200, son privados, y privadas son también 42 de las 60 universidades con que cuenta hoy el país.

La matrícula de las universidades estatales equivale solo al 15% de la matrícula total del sistema de educación superior, y a apenas al 23% del sistema universitario. Y si ellas captan tan pocos alumnos no es porque sean malas universidades o porque los estudiantes no las prefieran, sino porque, faltas de un apoyo estatal serio y continuado, no cuentan con la infraestructura ni las dotaciones académicas suficientes para atender más alumnos, de manera que es para paliar ese déficit que el Estado de Chile se compromete ahora —recién ahora— a reforzar a sus 18 universidades, aunque tampoco eso está tan claro en los trascendidos ministeriales sobre la materia.

Privatizada en alta medida la salud y casi por completo la previsión, el Estado de Chile es el campeón mundial de las privatizaciones, incluso cuando se trata de atender derechos fundamentales de las personas. Campeón mundial de las privatizaciones, licitaciones y externalizaciones al por mayor, dando de ese modo en el gusto a los neoliberales que querrían ver el Estado reducido a la defensa exterior, a la seguridad interior y a una que otra política asistencialista, y desde luego, cobrando para todo ello los menos impuestos posibles para no crear incertidumbre en esa minoría de la población que tiene los más altos ingresos.

Francamente, no me hago muchas ilusiones de la suerte que vaya a correr la tímida iniciativa gubernamental a favor de las universidades estatales. Lo más probable es que a estas se les nieguen los mayores recursos que necesitan y que se prefiera seguir destinándolos de preferencia a universidades privadas, algunas de estas confesionales y otras solo fuente de lucro para sus dueños nacionales o extranjeros. Si en Chile usted quiere fundar universidades desde una fe religiosa, o simplemente como un negocio que se disfraza de proyecto educativo, le irá muy bien, pero si lo hace en nombre de valores republicanos, le irá tan mal como le ha ido hasta ahora a las universidades del Estado.

Columna disponible aquí