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Académico UV integra directorio de Investigación de Asociación Internacional de Sociología

12 Diciembre 2016

Doctor Jorge Chuaqui, del Instituto de Sociología, fue nombrado director del Comité de Investigación Mental y Enfermedad de la entidad.

El único latinoamericano integrante del directorio del Comité de Investigación en Salud Mental y Enfermedad de la Asociación Internacional de Sociología (AIS) es el doctor Jorge Chuaqui, académico del Instituto de Sociología de la Facultad de Humanidades UV. El profesor fue recientemente nombrado director del Comité, al que pertenece desde 2014, en consideración a su amplio trabajo de investigación en sociología y salud mental.

Doctor en Ciencias Humanas, encargado del Programa de Salud del Centro de Investigaciones Sociológicas de la UV, miembro de la Comisión Regional de Protección de Personas con Enfermedad Mental, presidente de la Corporación ANUSSAM y representante de la región de Valparaíso en el Consejo Nacional de la Sociedad Civil del Ministerio de Salud, el profesor Chuaqui destaca que la Asociación Internacional de Sociología es la principal organización en el tema, reuniendo a representantes de todos los continentes.

Explica las causas que motivaron su nombramiento en el directorio del Comité: “Yo estoy investigando en sociología en la salud mental. Me interesaba por la cantidad de miembros de todos los países y porque hay un Comité de Investigación en Salud Mental. Viajé a Japón en 2014, cuando hice los primeros contactos con este grupo; después propuse, en el foro que se realizó en julio de este año en Viena, la creación de un grupo de inclusión social para personas con enfermedad mental, porque me interesa el tema de la inclusión; eso fue aceptado y dirigí una sesión sobre ciencias sociales y personas con enfermedad mental”.

Añade que “este grupo tiene un boletín internacional, en el cual en 2015 escribí un artículo corto sobre el estatus de los servicios de salud mental en Chile, y para el boletín que va a salir este año mandé dos artículos. En este grupo son como sesenta o setenta personas, y hay un comité ejecutivo, que planifica. En ese comité había un miembro que no estaba cumpliendo, de modo que lo sacaron y me dieron la vacante. Soy el único latinoamericano en este grupo, los otros integrantes son de Alemania, Suiza y Estados Unidos, entre otros países”.

El próximo congreso de la AIS es en 2018. Antes, en abril de 2017, el profesor Chuaqui viajará a Estados Unidos para participar en el congreso de una asociación regional de sociología en la zona de San Francisco.

Área abandonada

Consultado respecto de si el área de la salud mental está abandonada o no es muy tomada en cuenta, Jorge Chuaqui señala: “Sí, a pesar de que ahora la salud mental es un tema en discusión. Al respecto yo tengo una crítica a la psiquiatría comunitaria tal como se aplica: lo que debería hacerse con una persona que sufre una crisis por una enfermedad mental, es que superada la crisis debería reintegrarse inmediatamente a su trabajo. Pero lo que ocurre es que generalmente la persona pierde el trabajo, pierde sus estudios, va a una institución de rehabilitación, y como las exigencias no son las mismas en la institución de rehabilitación que en un trabajo, la persona pierde sus habilidades sociales, pierde su entrenamiento y queda excluida, aunque vaya a una institución de rehabilitación, porque no es lo mismo ir a tomar té a un club que estar trabajando o tener una familia propia”.

El problema para la inclusión, añade el académico, “es que incluso los profesionales de la salud no confían mucho en las personas con enfermedad mental. Yo creo que no es sólo el problema de la gente en general, que tiene mucho prejuicio; creo que los profesionales de la salud tienen temor en este sentido”.

La causa de este temor, dice Chuaqui, es que muchos de los estudios se han hecho con pacientes que llevaban muchos años internados. “Entonces la idea que se forman es de una persona que ha sido muy dañada por la falta de relaciones sociales, y de ahí sacan una imagen mucho más negativa de lo que realmente es. Yo conozco casos, aparte de mí, que tuvieron una crisis de un año y medio: un año y medio delirando, hay que imaginarse lo que significa eso. Y actualmente están trabajando, viven en pareja, tienen hijos: están bien. Eso demuestra que se puede integrar”.

Ejemplo inclusivo

Explica el doctor Jorge Chuaqui que hay ejemplos muy claros de lo que señala, y que su participación en congresos internacionales le ha permitido comprobarlo: “Una persona presentó el caso de expacientes de la República Democrática Alemana. Sucede que como en la RDA el trabajo no era sólo un derecho sino que era un deber, con las personas con enfermedad mental no había problema: como era obligación trabajar, las insertaban, y funcionaban perfectamente. Eso está demostrando que es un problema de la sociedad más que un problema de la enfermedad. Las personas se recuperan porque se nutren de relaciones reales, no de relaciones protegidas; conocen amigos, hacen vínculos”.

Por ello, subraya, “creo que el psiquiatra debería abordar esto como cualquier enfermedad crónica; es decir, una vez superada la crisis, ver forma de que vuelva a su trabajo o a sus estudios. En la investigación que hice de 2000 a 2002, en que entrevisté a 150 personas con esquizofrenia de Santiago, un veinte por ciento no había trabajado nunca, pero el resto había trabajado y había perdido su trabajo y descendido en la escala ocupacional mucho. Si estaban trabajando, ¿por qué después de la crisis no los reincorporaron? Son modos de pensar equivocados, nada más”.

Esos modos de pensar parten en las consultas médicas, en los hospitales. Allí, a los cercanos al paciente se les pide, cuando se trata de tratamientos psicosociales, que lo controlen “porque no es capaz”. Por ello, dice Chuaqui, “los mismos tratamientos difunden la idea de la incapacidad. Lo que pasa es que cuando viene una crisis es complicado, porque la persona hace cosas que es muy difícil controlar, y eso produce un trauma en la familia, que tiene tanto temor que no quiere que hagan ninguna cosa que pueda descompensarlo. O sea, tiene una explicación, pero es muy negativo para el paciente”.

Como resultado, “el paciente se convence de que los demás tienen razón. En un estudio que hice en 2002 a 2003, el 75 por ciento creían que no eran capaces de tener una pareja estable, el 75 por ciento que no eran capaces de vivir solos. Debido a esa protección equivocada, la persona pierde la posibilidad de incluirse”.